El loco como cada mañana abandona la residencia a las nueve y veinte
sin intenciones ni itinerarios haciendo que toma fotografías
por única compañera lleva la risa, saluda sin conocer a la gente
y es libre hasta que le toca a las dos tomar su medicina.
Como no tiene dinero para el casino
entra a El Corte Inglés a la sección de niños
de todos los juguetes él se queda con la ruleta
le gusta hacerla girar vueltas y vueltas
y si no gano esta vez se dice
me quito el bigote
y me cambio el apodo de “El Loco”
por “El tonto del bote”.
Le gusta venir al bar donde trabajo a degustar el vino de garrafa
y disimula al pagar de menos la bebida haciéndose pasar por más loco que nunca
y se marcha a la estación de autobuses con ésa, su última victoria fuera de casa
y busca colillas entre equipajes, en papeleras, por las basuras.
El loco movido por un extraño impulso
una tarde hizo autostop en la Nacional-1
montó en un coche extranjero alegando que era turista
y dejó una ciudad huérfana de vida
y si no gano esta vez se dijo
me quito el bigote
y me cambio el apodo de “El Loco”
por “El tonto del norte”.
Asusta a las palomas luego les pide consejo
a los niños les gasta bromas canta en los trenes de obreros
prepara atracar un quiosco y repartir las chucherías
ver alegres los rostros aunque se nuble el día.
Con su marcha qué serios nos quedamos
no hay nadie que sonría en el urbano
y el resto de nosotros, los locos sin residencia
nos quedamos haciendo girar la misma ruleta
y si no gano esta vez me digo
me dejo el bigote
y me cambio el apodo de “El Loco”
por “El tonto del bote”.